domingo, 4 de noviembre de 2012

Un solo motivo para unirse a la huelga general

Se suele decir que los derechos que no se usan se acaban perdiendo. Las reticencias de algunos trabajadores a secundar la huelga general del 14 de noviembre supone la renuncia a utilizar la principal herramienta de negociación de la clase trabajadora, un derecho dispuesto a ser cercenado por la patronal y los dirigentes políticos más conservadores.

Los trabajadores del Estado español vuelven a enfrentarse a la disyuntiva de secundar, o no, una convocatoria de huelga general. La decisión para muchos no es sencilla. Un significativa parte de la población es cada vez más consciente de que la interminable cadena de recortes y agresiones a los trabajadores no pueden llevar a nada bueno. Por el contrario, el espejo de Grecia se vuelve cada vez más diáfano, mostrando un panorama de precariedad generalizada en la que muchos españoles comienzan a ver reflejado su futuro inmediato, cuando no su presente.

No obstante, es razonable que cualquier asalariado siga planteándose en dilema de qué hacer el día 14 de noviembre. El hecho de ir a trabajar ese día no significa en absoluto estar de acuerdo con la desastrosa política de austeridad y recortes. Sin embargo, muchos trabajadores tienen miedo a "señalarse", a convertirse en candidatos a perder su puesto de trabajo, como ocasionalmente "advierten" sin tapujos algunos jefes prevaricadores; otros han caído presas del desánimo y piensan que de poco vale un huelga cuando el Gobierno va a continuar haciendo lo que le dé la gana. El depauperado estado de las economías familiares simplemente imposibilita a muchos trabajadores tan siquiera plantearse perder un día de su jornal, mientras otros saben que esas horas no trabajadas luego las tendrán que recuperar echando horas extras que jamás serán remuneradas.

La realidad es que todos los argumentos antes descritos, que bien podrían ser utilizados por trabajadores con plena conciencia de clase para justificar su no adhesión a la jornada de huelga, son también síntomas de un grave problema que adolece el panorama laboral en España: la casi total desprotección del asalariado, consecuencia de una sucesión de reformas laborales que tan sólo han servido para inclinar la balanza del pacto social hacia los intereses de la patronal. Es justo achacar parte de culpa de esta situación de desprotección a las fuerzas sindicales mayoritarias, las cuáles se han ajustado a su papel de apaciguar a los movimientos obreros a base de pactar unas mínimas condiciones con la patronal que garantizaban cierta paz social. El Estado del Bienestar supuso el desclasamiento de gran parte de la población, una pérdida de conciencia de clase que, con los años, se demostraría fatal, resultante en una paradójica división entre los propios trabajadores, llevando a algunos a identificar a todo el movimiento sindical como el principal enemigo. La consecuente pérdida de cualquier capacidad combativa por parte de los trabajadores supuso el debilitamiento de los propios sindicatos, cuya capacidad de negociar se había rebajado ostensiblemente. A esto habría que sumar la interesada amplificación de los defectos de los sindicatos mayoritarios por parte de los grandes medios de comunicación.

El resultado de lo anteriormente descrito es una situación en la que el movimiento sindical, en su totalidad, se encuentra desacreditado para una gran parte de la opinión pública, por lo que su apoyo se vuelve cada vez más tibio. Tibieza que, por otra parte, sólo sirve para reducir aún más la capacidad de los sindicatos a defender sus posiciones. Así, los sindicatos mayoritarios venden como triunfos alcanzar pactos que suponen, en la práctica, retrocesos en los derechos de los trabajadores[1]. En este mundo al revés, surgen advenedizos grupos sindicales que parecen estar más en sintonía con los intereses patronales que con los de sus propios afiliados, que incluso se niegan a secundar una huelga como la del 14 de noviembre, la primera de la historia en agrupar a trabajadores de varios estados europeos.

Valga el breve análisis anterior para recalcar la debilidad de la clase trabajadora en España, subsidiaria del coste de los desmanes del gran capital que ha provocado la actual crisis y sus miserias. Una clase trabajadora que necesita con urgencia recuperar la conciencia de clase que otrora tuvo si no quiere perder todas y cada una de sus conquistas sociales. Los tecnócratas de la troika ya proponen abiertamente reducir el sueldo mínimo, aumentar la jornada laboral[2] o retrasar -de nuevo- la edad de jubilación, mientras que la patronal española clama contra el derecho a la huelga[3] y el Partido Popular juega a su ya clásico juego de insinuar para luego negar lo insinuado, en este caso en lo referido a sus intenciones de limitar el mencionado derecho[4][5][6].

Decía Carl Sagan que "los derechos y las libertades, o se usan o se pierden"[7]. En esa tesitura se encuentra ahora el derecho a la huelga. No se puede olvidar que, gracias a las huelgas, la clase trabajadora consiguió que a partir de un primero de mayo de 1886 se estableciese la jornada de ocho horas que 126 años después vuelve a peligrar. Por eso, el principal motivo para hacer huelga el día 14 de noviembre es la defensa del propio derecho a la huelga, herramienta última de negociación de los trabajadores, su derecho a dejar de vender por un día su fuerza de trabajo para renegociar su valor.


[1] "Patronal y sindicatos se felicitan por el acuerdo para la moderación salarial". El Mundo, 25 de enero de 2012.
[2] "Rebajar el salario mínimo o ampliar la jornada laboral, las medidas propuestas por la troika". Cadena SER, 14 de octubre de 2012.
[3] "La patronal pide restringir el derecho de huelga". Público, 16 de febrero de 2012.
[4] http://www.publico.es/dinero/422720/el-gobierno-esta-dispuesto-a-revisar-el-derecho-de-huelga
[5] http://www.ppasambleamadrid.es/henriquez-de-luna-a-favor-de-regular-el-derecho-a-huelga/
[6] http://www.antena3.com/noticias/espana/maria-dolores-cospedal-reforma-derecho-huelga-prioridad-gobierno_2012022000022.html
[7] Carl Sagan (1995): El mundo y sus demonios. Barcelona, Planeta, capítulo 25.

No hay comentarios :

Publicar un comentario