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No es casual la virulencia de ciertos sectores de la derecha española hacia Ada Colau. Sin fundamento alguno, salvo el que da poseer el control sobre los medios de comunicación, se le ha acusado de fomentar la violencia, de atacar a las instituciones del Estado e, incluso, de apoyar a grupos del entorno de ETA. La descalificación es el recurso fácil contra aquellas personas que no muestran grietas ni fisuras. Y es que Ada Colau vuelve a demostrar que no está en venta cuando rechaza públicamente el ofrecimiento de presentar en Barcelona del libro del expresidente del Gobierno Felipe González. El "chiste del día", como ella ha calificado la propuesta, parte de un guiño sin sentido hacia la compañera de la PAH por parte de alguien que criticó ferozmente los escraches, que defiende el retraso en la edad de jubilación o los ajustes de los sueldos en función de la productividad. Quizás sea que, desde los sillones de los consejos de administración de las grandes empresas, el mundo se ve desde una perspectiva diferente. La perspectiva de los poderosos en su lucha por destruir los derechos de la gente corriente.
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